DE EL MERCURIO.CL, Martes 18 de Enero de 2011
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Columna de Eugenio Tironi
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Es sólo un hombre
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Al partir, embriagado aún por la victoria, el Presidente Piñera no quiso pares en el gabinete; figuras que dispusieran de una visión global, más esa misteriosa e indomesticable autonomía que otorga contar con un capital político propio.
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Eligió, en cambio, colaboradores traídos del mundo de los negocios, enfocados a realizar tareas específicas que él mismo les asignó, y a los que trataba igual como lo hacía con los ejecutivos de sus empresas: imponiéndoles metas como a escolares, controlándolos hasta el límite de la humillación, y negándoles cualquier reconocimiento para no despertar autocomplacencias.
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Por lo que ahora se sabe, el ex ministro Ravinet se resistió a ese trato, que debe haber estimado indecoroso para alguien con sus pergaminos. Pero en su calidad de "invitado" (como él mismo se autocalificó), y después de haber abortado la idea de convertirlo en ganzúa de un quiebre en la DC, era poco lo que podía hacer frente a un "segundo piso" que actuaba como brazo armado de un Presidente omnipresente; hasta que ya el elástico no dio más, precipitando una crisis de gabinete.
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Pero los problemas, dicen, jamás vienen solos. Las tensiones de palacio coincidieron con un fenómeno sin parangón, como ha sido la "toma" de Magallanes por el alza del gas, y el espectáculo de un gobierno que perdió el control del territorio y que debe parlamentar con los "pingüinos" a través de un obispo.
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Fue la estocada mortal a la "nueva forma de gobernar". Y así, lo que sería un mero cambio de personas, se convirtió en un rediseño del gobierno.
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El nuevo gabinete tiene un significado: la incorporación de dos figuras políticas de peso, los senadores Matthei y Allamand.
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El Presidente sabe exactamente lo que calzan. Se iniciaron juntos en política, amasaron los mismos sueños, pero a diferencia del Presidente, ellos hicieron carrera en la cosa pública. Con ambos ha tenido conflictos severos, pues siempre han sido críticos de su individualismo y de su afición a traer a la política la lógica de los negocios.
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Allamand fue la primera voz de la Alianza en criticar públicamente el primer gabinete, y escribió un libro para que su tesis quedara impresa: este gobierno es de la Alianza, no de Sebastián Piñera. .
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No hay que confundirse, entonces: Allamand y Matthei entran al gabinete como socios del Presidente, no como sus ejecutivos o subalternos.
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Ellos no se van a encandilar con su inteligencia o su capacidad de trabajo: lo conocen de sobra, y saben que esas virtudes pueden elevar catedrales, pero también hundirlos en el infierno. Ellos entran a co-construir, no a obedecer; a incidir sobre la marcha general del Gobierno, y no a ocuparse sólo de sus tópicos específicos.
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Hasta el viernes el Presidente podía decir "el gobierno soy yo", y nadie se habría sobresaltado: todo giraba al ritmo de sus habilidades y sus humores. Ahora en cambio, los ministros (todos, no sólo los entrantes), pero también los partidos de la Alianza y sus parlamentarios, tendrán un peso más gravitante. El "Presidente-Sol" (o "Presidente-CEO": up to you) deja paso al viejo y denostado estilo republicano. En buena hora.
.El Presidente está rodeado de un círculo íntimo que goza presentándolo como una mezcla de superhéroe y de niño travieso, y que en vez de advertirle o criticarlo, celebra sus errores y sus vicios como signos de sagacidad o extravagancia.
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El propio Presidente acaba de romper con eso que ya lindaba con lo grotesco, asumiendo con humildad sus errores, rectificando y, lo más difícil, cediendo poder. Nada de esto lo empequeñece, sino al contrario: lo ennoblece. Es sólo un hombre.
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