ELECCIÓN DE CONSEJEROS, ¿ O, DE RECTOR?

UN DILEMA DEMOCRÁTICO INEVITABLE

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Si bien, desde un punto de vista formal, la reciente elección tenía como objetivo elegir a los Consejeros Superiores de la UTEM, ineludiblemente esta se mezcló con la próxima elección de un nuevo rector, la que tiene un carácter mucho más dramático debido a la enorme concentración de poder de esa autoridad.

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Cada vez que se leen los Estatutos que nos rigen, surge la pregunta de si hubiera sido posible evitar la crisis en la que ha caído la UTEM con ese cuerpo legal, pues una vieja "frase para el bronce" del mundo político señala que: "el poder corrompe; pero el poder total, corrompe totalmente".

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Pronto veremos como los dos o tres candidatos a rectores que se perfilan para la próxima elección se lanzarán a una lucha encarnizada por tomar el control de las estructuras universitarias, que permiten gobernar casi sin contrapeso por un tiempo indefinido.

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Seguramente los principales candidatos y sus equipos nos dirán al igual que el Sr. Avendaño el año 1999, que lo urgente "ahora" es elegir al "nuevo" rector y que después habrá tiempo para modificar los Estatutos.

Sin embargo, la prioridad de la elección de rector no es incompatible con la urgencia y trascendencia de modificar el cuerpo legal de la universidad, asumiendo los candidatos y sus equipos de gobierno, representados en el Consejo Superior, compromisos formales con los diferentes actores de la vida universitaria, que superen las manidas declaraciones de buena voluntad.

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De no ponérsele coto a la autoridad rectoral, podemos estar seguros que la próxima elección será muy confrontacional entre los dos grupos que se disputarán el cargo, y prontamente volveremos a caer en los vicios que nos han llevado a la crisis actual.

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Son muchos los colegas que les gusta el discurso democrático, pero olvidan que las democracias funcionan en base al voto libre, secreto e informado, por una parte, y al equilibrio de poderes independientes que se controlan mutuamente, por otra.

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Lamentablemente, ninguna de esas características se dan en la UTEM.

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En primer lugar, el secreto del voto no está suficientemente garantizado, pues con el sistema de urnas múltiples aplicado a sub universos electorales muy fraccionados , el control del votante es bastante fuerte.

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En segundo lugar, el nivel de libertad de un elector cuyo contrato laboral depende semestralmente de la "buena" voluntad unilateral de un pequeñísimo grupo de autoridades estables, es casi una ficción (al menos se debiera fijar una moratoria de un semestre de estabilidad obligada a los colegas contratados semestralmente, después de cada elección en la que participen).

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En tercer lugar, no existe ningún equilibrio real ni independencia entre los poderes que se deben controlar mutuamente: los "Consejos", ya sea el Superior o el Académico o el de Facultades, que pretenden emular al Parlamento, son casi figuras literarias o decorativas que no pueden cumplir con sus funciones por falta de atribuciones resolutivas reales.

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Más grave aún, ha sido durante estos años la falta de independencia y automía del Contralor Interno respecto de la autoridad rectoral, pues en nuestros estatutos no está debidamente protegida.

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En consecuencia, es deseable que la premura de algunos por llegar a la rectoría y a sus apetecidos cargos subalternos no nos haga perder el norte, pues debemos tratar de "caminar y comer chicle a la vez".