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DE EL MERCURIO, CUERPO D, REPORTAJES, DOMINGO 16/01/01
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Juan Carlos Eichholz
Domingo 16 de Enero de 2011
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El gerente vs. el político
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Era el que menos llamaba la atención hace once meses. Uno a uno, de impecable terno azul o muy cuidado vestido, los nuevos ministros y ministras subían a la tarima para ser saludados por el Presidente electo, recibiendo un pendrive con las instrucciones para su cartera. Caras nuevas, casi todas, provenientes del mundo privado, excepto una: Joaquín Lavín. .
Ahí estaba el único político de tomo y lomo, que deslucía frente a esos otros gerentes y expertos. Ahí estaba siendo nombrado como ministro de Educación, casi como premio de consuelo y, más encima, para hacerse cargo de una misión imposible.
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Hoy las cosas se ven de un modo distinto. Muchos de esos flamantes secretarios de Estado están enredados, no sabiendo cómo llevar adelante sus iniciativas, sin equipos que los apoyen, estrellándose en contra de intereses corporativos, incluso preguntándose por qué aceptaron el cargo. En cambio, Lavín ha sabido navegar en aguas turbulentas, desde el terremoto mismo, avanzando con decisión y gran destreza en una reforma difícil y compleja, que despierta resistencias de múltiples actores.
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Y es que la política no es fácil. Al fin y al cabo, se trata de poner de acuerdo a mucha gente, a veces demasiada, que tiene historias, visiones, intereses y lealtades distintas.
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No basta, por lo tanto, con tener las mejores ideas, ni tampoco excesiva energía, ni menos aun buenas intenciones. No basta con eso.
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La política exige oreja, diálogo, paciencia, flexibilidad, pragmatismo. El propio Allamand -ahora de vuelta en el ruedo, como en los tiempos de la patrulla juvenil- lo definió desde la experiencia personal, en su travesía del desierto: "Si en la vida hay que dar hasta que duela, en la política hay que escuchar hasta que agote".
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Y es que ahí está el secreto, que permite combinar decisión con reflexión, acción con conversación, resolución con participación, exigencia con contención, prisa con pausa. Quedarse con lo primero es limitarse a gerentear -sirve cuando las cosas son claras y definidas, y avanzan linealmente-, mientras que quedarse con lo segundo es limitarse a discursear -sirve para encantar con la retórica y ganar votos-.
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El desafío está en el equilibrio, en ser gerente y político al mismo tiempo, en hacer el plan con la carta Gantt y lograr los consensos necesarios para llevarlo adelante, en combinar el Power Point con la negociación, en exigir que las metas se cumplan y en hacer que la gente se sienta involucrada.
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Pero desde hace un tiempo que se estaba girando en banda. Las siete reformas anunciadas por el Presidente no se llevan adelante con gestión solamente, sino que exigen política. Y la forma en que se abordó el asunto del gas en Magallanes es el mejor de los ejemplos: un análisis económico, una decisión de directorio y una implementación gerencial. Como si la racionalidad de la medida -qué duda cabe de que es erróneo que una empresa del Estado subsidie del modo en que ENAP lo está haciendo- bastase para hacerla efectiva, sin tener una estrategia para abordar el efecto en las personas afectadas.
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El cambio de gabinete marca un giro claro en este sentido. El Presidente -en cuyo interior luchan el gerente con el político- se ha inclinado, no sin dificultad, por abrirle espacio a quienes saben lo que es trabajar con las personas, articulando acuerdos, con la paciencia del artista y la mano del cocinero.
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Y es que cada vez parece ser más evidente para el primer mandatario eso de que andar más rápido no es sinónimo de llegar más lejos. Hoy, se puede decir con cierta claridad, comienza la segunda etapa del Gobierno, en que la acción se equilibra con la transformación, la urgencia se equilibra con la prudencia, y el gerente se equilibra con el político.
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NOTA EDITOR: ¿ Comenzará en nuestra UTEM una segunda etapa ?