viernes, 5 de noviembre de 2010

REFLEXIONES UNIVERSITARIAS : ALGO QUE NOS HACE FALTA AUNQUE DISCREPEMOS

Tribuna


Viernes 05 de Noviembre de 2010

Sobre formación universitaria, mallas y modelos

Jaime Arancibia (*)

Otra vez "El Mercurio" abre espacio a un tema fundamental: la educación superior. El servicio de la universidad a la sociedad debe expresarse en todo lo que hace. La malla curricular es muy importante, pero también lo son el ejemplo personal de los profesores, el asesoramiento académico, el sentido formativo de la arquitectura y estética del campus, la vida universitaria artística, deportiva y solidaria. Es el conjunto el que da profundidad y textura al aprendizaje, el que combina la adquisición de conocimientos con el dominio de las habilidades básicas.

La formación universitaria apunta siempre al hombre, busca incansablemente su plenitud material y espiritual. Su objeto es enterizo, tan integral como la propia humanidad. Debe estudiar con rigor las ciencias particulares, lo útil y necesario para el bienestar físico y psíquico, el mejoramiento de las condiciones de vida, los valores inmediatos del vivir, el tener, y el disfrutar. Pero el hombre no es sólo carne y hueso, y por eso el cultivo intelectual superior comprende también los saberes existenciales, aquellos que permiten descubrir el sentido final de la vida, de la felicidad y del dolor.

El plan de estudios debe considerar toda esta riqueza de modo equilibrado, sin descuidar lo esencial: la formación de profesionales con vocación definida. El modelo curricular ha de contener una gran mayoría de cursos científicos, específicos de la profesión, impartidos con el rigor de la teoría y la práctica, y a la vez un conjunto de conocimientos generales de filosofía y arte.

Hasta aquí puede haber acuerdo. La cuestión está en la práctica, en el diseño de un currículum proporcionado y armónico que evite los extremos.

La experiencia nacional e internacional muestra ejemplos de desequilibrio. Por un lado, la malla cientificista -concentrada en lo material- reduce toda la formación a cursos de una ciencia particular y dificulta el diálogo con otras ciencias y el cultivo general del hombre. En el otro extremo está la malla culturalista, con exceso de estudios generales de libre elección, de la que puede resultar un hombre "renacentista", con una preparación profesional débil y un estudio disperso y prolongado. Otra opción es la del currículum meramente teórico, que deja nulo espacio al aprendizaje en terreno y vivencial.

Un desafío adicional se halla en la opción sobre la secuencia de estudios. Está la alternativa de dictar un bloque de materias generales en los primeros años, seguido de otro bloque de materias estrictamente profesionales en los últimos. Este modelo no parece favorecer el proceso de maduración cognitiva del alumno -que exige progresión en el tiempo y complementariedad- e impediría el discernimiento vocacional temprano y el contacto inicial con la profesión. Suele también alargar la duración de los estudios. Tiene el peligro de reproducir a escala los defectos del culturalismo y la "profesionalitis", ajenos a la idea de hombre como ser complejo, con inquietudes intelectuales diversas en todo tiempo y lugar.

Nuestra opción ha sido responder a las necesidades de la sociedad actual con un modelo curricular basado en la admisión a una carrera definida, con estudios de ramos científicos y técnicos desde primer año hasta el egreso. Simultáneamente, el alumno avanza en prácticas profesionales tempranas, diálogo interdisciplinario y estudios generales. Esta propuesta se consolida con el Plan de Estudios Generales, que incluye cursos de filosofía, como ciencia fundante del conocimiento humano, y de arte, ciencia e historia para acercar a los alumnos a los ideales clásicos de la cultura: lo bueno, lo bello, lo real y lo trascendente. La teología también está presente, porque desde siempre ha iluminado y unido los saberes universitarios diversos y porque muestra en Cristo el modelo de hombre perfecto.

El plan de formación se perfecciona con la exigencia para todos los alumnos de cursar un Minor -conjunto de cursos de libre elección en una carrera distinta de la propia-, para enfrentar los desafíos de un mundo laboral que exige no sólo el bilingüismo idiomático, sino también el disciplinario.

Este plan de estudios transcurre de modo integrado a lo largo de la carrera, al ritmo de las inquietudes intelectuales de cada estudiante.

* El autor es vicerrector académico de la Universidad de los Andes
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NOTA EDITOR: ¿ Y, CUÁL ES EL MODELO EDUCATIVO DE LA UTEM?
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¿QUÉ ROL CUMPLE EL DEPTO. DE HUMANIDADES EN ESTE CONTEXTO?

1 comentario:

Roberto Aguirre Maturana dijo...

Cuando leí la palabra "cientificista", tan socorrida por los apologistas cristianos, se encendió una luz de alerta, la cual es confirmada por el resto del comentario. Todo esto sin haber tenido conocimiento de los vínculos ideológicos de la institución a la cual el autor representa.

A lo que en mi modesta opinión debería apuntar la formación universitaria es a entregar las herramientas necesarias para un mejor entendimiento de la realidad, tales como una comprensión acabada del método científico y sus fundamentos epistemológicos. Al mismo tiempo, es necesario entrenar a los alumnos en el pensamiento crítico y la lógica. Y si se quiere complementar lo anterior con lecciones de moral, éstas no debieran estar fundadas en los supuestos dictamenes de hipotéticas entidades metafísicas.

El progreso científico avanza gracias a que abandona toda falsa ilusión de certidumbre, tal como lo descubriera Karl Popper. Y apelar a peticiones de principio tales como el supuesto infundado de que existe un "sentido final [objetivo] de la vida" o modelos de conducta basados en creencias religiosas carentes de todo fundamento no sólo son contradictorios con estos principios, sino que además entorpecen la búsqueda de la verdad.