domingo, 23 de agosto de 2009

REFLEXIONES EDUCACIONALES DE GUILLERMO TEJEDA

DE EL MOSTRADOR:
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21 de Agosto de 2009
Opinión
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Universidades: la incompetente formación por competencias
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Observamos, pues, estos formularios modernos que nos desprecian y nos aburren, leemos los textos neoliberales y hamburgueseros de las competencias y del tuning, pero observamos cómo los tratos humanos van desprestigiándose y deteriorándose. Si antes era un honor para un estudiante ser invitado a la casa de sus maestros, hoy se ve aquello como algo sospechoso. El viejo encanto de la universidad va derivando en conocimiento chatarra.
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Por Juan Guillermo Tejeda*
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Quienes somos profesores universitarios maduros, o de madurez avanzada, contemplamos a veces con distancia, si no con incomodidad, los usos pedagógicos de esta era global y anglosajona donde la universidad ha llegado a ser una industria. Andan rondando mucho formulario y mucha metodología cuadriculada en estado puro. Lo que está de moda es la enseñanza por competencias.
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Los expertos internacionales han determinado -en inglés- un listado de áreas en que los estudiantes deben ser competentes. Y el paso por la universidad consiste cada vez más en una suerte de escalera donde los peldaños son el dominio de estas competencias: capacidad de análisis y síntesis, resolución de problemas, trabajo en equipo, liderazgo, conocimiento de culturas y de costumbres de otros países, compromiso ético, orientación a resultados, etc.
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¡El compromiso ético es la competencia número 28, equivalente a "habilidades de búsqueda" o "interés por la calidad"!
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Este sistema tiene la virtud de operar como un software universal, .......
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CONTINUA EN PRIMER COMENTARIO
*Guillermo Tejeda es académico de la Universidad de Chile.

8 comentarios:

Claudio Vila Ceppi dijo...

21 de Agosto de 2009

Opinión
Universidades: la incompetente formación por competencias
CONTINUACIÓN DE REFLEXIOINES ACADÉMICAS DE Guillermo Tejeda
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Este sistema tiene la virtud de operar como un software universal, es decir, aplicable en cada país y cada universidad, de tal manera que un estudiante de arquitectura de San Luis Potosí puede hacer dos semestres en su ciudad, otro en Amsterdam, y concluir luego sus estudios en Vancouver, y pese a las lógicas diferencias, las competencias serán las mismas.

Es lo que se llama el "tuning" o estar todas las universidades en la misma onda.

La mayoría de las competencias se orientan a la producción de resultados, no al mero almacenamiento de saberes, y eso es evidentemente un avance. Los estudiantes hacen suyas determinas habilidades, conocimientos y actitudes, y son capaces de aplicarlas en los tratos con la realidad.

La enseñanza por competencias, además, puede ser medida, y esa es otra obsesión del sistema: que lo hecho en el aula sea finalmente judicializado, y salgan de allí el estudiante con su nota y el profesor con su evaluación, obtenidas ambas mediantes parámetros objetivos, ojalá a través de formularios.

Adicionalmente, el sistema hace florecer a una serie de funcionarios anónimos, burócratas del método, guardianes de la abstracción pedagógica.

Ocurre, sin embargo, que en el mundo real la actividad pedagógica se desarrolla entre seres humanos, todos distintos entre sí.

Y si bien es cierto que la formación por competencias tiene sus ventajas, también es verdad que se queda sólo en ciencia pedagógica.

La ciencia nos tranquiliza porque es objetiva y funciona sobre la base de previsiones. Pero la pedagogía humanista, la de las universidades públicas tradicionales de raigambre europea, ha sido siempre más un arte que una ciencia: el arte entendido del modo como los clásicos hablaban de "el arte de la navegación" o de "el arte de la política" o incluso de "el arte de amar".

Un sistema de saberes a veces objetivos, a veces ocultos, que arranca de la tradición y se basa en el respeto a las personas tal como son, con su aura, con su energía variable, y no como los formularios suponen que son.

Si la ciencia genera casi siempre una serie de casilleros y casos típicos u objetivos a los cuales hay que amoldarse anónimamente (insuficiente, bueno, excelente, normal, fuera de norma, 90% de cumplimiento, 60%, 10%, o bien un 1, un 4, un 7, aceptado, rechazado, etc.), el arte se centra en los sujetos y en los pliegues o rizomas de su crecimiento personal.

Más que lo que se enseña vale en verdad lo que se aprende, y el modo como cada cual se apropia de lo que necesita para su propio crecimiento, en condiciones intransferibles. El saber es algo que se pasa de mano en mano, artesanalmente.
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continua en siguiente comentario
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*Guillermo Tejeda es académico de la Universidad de Chile.

Claudio Vila Ceppi dijo...

21 de Agosto de 2009

Opinión
Universidades: la incompetente formación por competencias.

CONTINUACIÓN

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La pedagogía humanista tradicional, centrada en las personas, se desarrolla a partir de la dialéctica maestro-discípulo, entendiendo que el discípulo al crecer emprenderá su viaje en solitario y se hará finalmente maestro, y que el maestro, a su vez, cambia cada vez que enseña. La objetividad cuenta aquí menos que las afinidades naturales. Nada que ver con una tijera podadora universal. La pedagogía se entiende, pues, sobre todo, como el esfuerzo por asegurar un ambiente y unos recursos donde el crecimiento de estudiantes y profesores sea posible en condiciones de libertad, respeto, equidad, herramientas y espacios adecuados, consideración por los deseos de cada persona individual, confianza en las curiosidades auténticas de cada uno, etc...

Cada cual conoce su propio ritmo de aprendizaje. A nadie "se le aparece" un saber estudiando para una prueba o marcando una crucecita en el formulario de un examen. Aprendemos en los momentos más inesperados, y crecemos sin darnos cuenta aunque al mismo tiempo sabemos distinguir si estamos aprendiendo o estamos perdiendo el tiempo, y lo sabemos sin necesidad de notas: el aprendizaje es transformación y habitación del propio Yo, incluso del propio cuerpo, y claramente percibimos esos cambios.

Observamos, pues, estos formularios modernos que nos desprecian y nos aburren, leemos los textos neoliberales y hamburgueseros de las competencias y del tuning, pero observamos cómo los tratos humanos van desprestigiándose y deteriorándose. Si antes era un honor para un estudiante ser invitado a la casa de sus maestros, hoy se ve aquello como algo sospechoso. En algunas universidades norteamericanas tomar un café un académico con una alumna puede ser un delito. Es efectivo lo que señala George Steiner respecto a los maestros abusones y a los discípulos traicioneros, pero como él mismo anota, esos son los riesgos inherentes a toda relación humana. Cuando reducimos el riesgo reducimos la humanidad. El viejo encanto de la universidad va derivando en conocimiento chatarra.

En fin, si un profesor quiere realmente hacer lo correcto debe estar preparado para que las evaluaciones que resulten de los formularios sobre su desempeño no le salgan muy buenas.

Y es que la médula de lo que realmente se enseña y se aprende, lo que nos transforma como personas, no aparece en las evaluaciones ni en las metodologías abstractas.

El arte de la cocina, el arte de hacer familia, el arte de aprender y enseñar, el arte de ser personas íntegras, no son reducibles a competencias.

Por eso es que quienes enseñamos en las universidades públicas debemos luchar por nuestras convicciones. Buscamos la calidad, y nos sentimos obligados a actuar de manera transparente. Es nuestro deber.

Sin embargo, eso no quiere decir que vamos a tirar a la basura nuestra gloriosa tradición humanista para reemplazarla por una carpeta digital con organigramas y formularios de evaluación abstracta.

*Guillermo Tejeda es académico de la Universidad de Chile.

Claudio Vila Ceppi dijo...

lAMENTABLEMENTE, ALGUNOS JEFES DE CARRERA NOMINADOS POR EL RECTOR NO TIENEN LAS COMPETENCIAS ADECUADAS PARA CAUTELAR EL CURRICULUM DE LA CARRERA.

ALGUNOS NI SIQUIERA TIENEN LA ESPECIALIDAD O EL NIVEL ACADÉMICO DE LA CARRERA QUE DIRIGEN.

Claudio Vila Ceppi dijo...

alumno de inglés comenta:



Toda la verdad, yo soy alumno y esa asignatura es una verguenza, es mejor eliminarla para que podamos destinar más tiempo a las asignaturas que aportan al alumno.

Inglés es una pérdida de tiempo

Claudio Vila Ceppi dijo...

La acreditación de las universidades debiera pasar por la acreditación del conocimiento y/o destrezas adquiridos por los alumnos.

La acreditación de las asignaturas debiera pasar por la acreditación de los profesores que las imparten.

Sin embargo, resulta más facil la evaluación superficial de acreditar por formalidades externas dse los aspectos burocrátricos de la educación.

Claudio Vila Ceppi dijo...

Si solo se usan parámetros burocráticos para acreditar, luego veremos a la U. Bdo. O'higgins con siete años.

Claudio Vila Ceppi dijo...

Resulta paradójico que mientras todo el país habla de la importancia del inglés en el desarrollo nacional y en la capacitación de los estudiantes universitarios, nuestros alumnos se expresen tan críticamente de esta asignatura.

Estas opiniones ameritan una investigación formal realizada por la VRAC que permita detectar los posibles errores y corregirlos a la brevedad.

Son muchos los recursos que se destinan a este fin.

Claudio Vila Ceppi dijo...

EL COMENTARIO DE LAS 21:42 ES LA REALIDAD.

CUANDO TENEMOS INGLÉS LA SALA PARECE UNA BARRACA.

TENEMOS UNAS POBRES FOTOCOPIAS Y UN SHOW DE ENSEÑAR,

HACE UN TIEMPO HUBO UNOS GRINGOS QUE DABAN PENA Y CON LOS QUE NADA APRENDIMOS.