DE EL MOSTRADOR ONLINE
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VIERNES, 26 de Noviembre de 2010
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Jeffrey Sachs, las universidades complejas y el desarrollo de Chile
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Sergio Micco
Académico, doctor en Filosofía de la Universidad de Chile.
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Universidades de excelencia, de gran complejidad y total autonomía de los poderes de la sociedad civil tienen un papel crucial para el desarrollo nacional.
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Pruebas al canto las da Jeffrey Sachs. Este es un de los economistas vivos más influyentes en las Naciones Unidas por su trabajo en temas de pobreza, cambio climático y depredación ambiental en curso. Acaba de estar en Chile invitado por el Ministro de Hacienda y nos dio una serie de razones para apostar por la educación superior.
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Jeffrey Sachs sostiene que cada país debe saber en qué peldaño de la escalera del desarrollo está ubicado y actuar en consecuencia. Nos dice que si la tuya es una economía de subsistencia, con una renta media por persona en torno a los trescientos dólares anuales, los retos del sector público son la creación de una red básica de carreteras, electricidad, salud, educación primaria y escuelas de formación de profesorado, etc.
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¿Y si, como Chile, haz llegado a los quince mil dólares per cápita anuales y aspiras a tener una economía de innovación qué es lo que propone este economista del desarrollo como reto al sector público?
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Sus prioridades son “excelencia de las universidades, financiación pública de la ciencia”. Pues en una etapa superior de desarrollo “el gobierno debe invertir sobre todo en conocimiento científico y educación superior”.
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Se trata de dar el salto definitivo al desarrollo que permita más crecimiento económico, cohesión social, protección medioambiental y democracia de calidad. En la jerga de moda, si queremos más crecimiento económico, indispensable además para garantizar derechos sociales de calidad a los pobres y capas medias de Chile, debemos aumentar nuestro ingreso per cápita al doble.
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Más desarrollo social, competitividad internacional y productividad nacional generarán esos recursos. Para lograrlo debemos ingresar a la economía de la información y a la sociedad del conocimiento. ¿Cómo lograrlo sin generar ciencia y tecnología propias o adaptadas a las necesidades económicas locales? Imposible .
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¿Cómo hacerlo y aspirar al desarrollo al que Chile nos urge? Pues apostando por las universidades y el desarrollo de ciencia y tecnología.
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¿Si, como Chile, haz llegado a los quince mil dólares per cápita anuales y aspiras a tener una economía de innovación, qué es lo que propone este economista del desarrollo como reto al sector público?
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“Excelencia de las universidades, financiación pública de la ciencia”. Leamos nuevamente a Jeffrey Sachs quien señala que las universidades dedicadas a la investigación tienen un papel crucial pues sólo ellas “cuentan entre sus muros con el vasto espectro de conocimientos científicos especializados que resultan vitales para la resolución de problemas profundos en materia de desarrollo sostenible.
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Además las universidades presentan otros tres puntos fuertes fundamentales relacionados con los problemas mundiales más graves. En primer lugar, más que cualquiera otra de nuestras instituciones sociales, las universidades cuentan con perspectiva de largo plazo”. (…) (…)
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En segundo lugar, las universidades pueden ocuparse de problemas globales con menos prejuicios políticos, sociales y económicos que cualquier otra institución social (…) (…)
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En tercer lugar, en la mayoría de los casos las universidades importantes fueron fundadas con la misión de mejorar el mundo y de hacerlo no solo arrojando luz sobre problemas mediante la investigación y la educación, sino también marcando una diferencia tanto en las comunidades donde se encuentran como en las demás”.
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Como se ve, el énfasis está puesto en la educación superior. Pero no en cualquiera. Se deduce claramente de sus palabras que ellas deben ser complejas, es decir, realizar actividades de investigación y extensión de calidad. Es clave que lo hagan pensando en el largo plazo y con autonomía de poderes externos.
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Por ello Sachs destaca que se debe ser más cauto con las universidades con fines de lucro o cuyas características institucionales las hagan permeables a grupos de poder. Estas obviamente estarán preocupadas en orientar sus investigaciones y resultados.
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Jeffrey Sachs cuenta en su libro “Poner fin a la pobreza” que invitó a Felipe Larraín, siendo estudiante de posgrado, a tomar un vuelo a la Paz, un 9 de julio de 1985. Se trataba de ayudar a su gobierno democrático a acabar con la hiperinflación y obligar a los bancos internacionales a darles un respiro a Bolivia.
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El ex estudiante, hoy Ministro de Hacienda, lo ha traído de vuelta a América Latina. Además acaba de lanzar un documento para que Chile sea un país desarrollado.
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En lo que relatamos hay una idea central que lo puede iluminar en una futura ley de presupuesto: hay que apostar por las universidades complejas. Es lo que sostiene su maestro, en su última obra “Economía para un planeta abarrotado”.
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1 comentario:
La corrupción de la palabra y el concepto de 'universidad' fruto de la LOCE y la Ley de Universidades que permitió la creación de las Universidades-Empresas SIN fines de lucro (¿?) ha obligado a crear una nueva forma de expresarse con los conceptos de universidades 'complejas' y universidades 'simples' (solo docentes).
Sin embargo, el problema es más difícil, pues a las carreras profesionales meramente técnicas, en la que los alumnos no necesitan aprender a investigar, no se requiere tenerlas en universidades propiamente tales, pues para eso bastan los Institutos Profesionales.
Sin embargo, la mayoría de las profesiones actuales no se satisfacen con aprender recetas de procedimientos que prontamente quedarán obsoletas por el desarrollo científico y tecnológico.
Por esto, la validez actual de un verdadero profesional universitario se funda en su capacidad para investigar e innovar, y ello sólo se puede lograr en universidades propiamente tales (o, como eufemísticamente se las pretende llamar 'universidades complejas').
La razón es obvia: Si los docentes no saben investigar ¿cómo van a enseñar esa habilidad a sus estudiantes?.
El otro problema, soslayado por el Sr. Sachs, o quizás por el Sr. Micco que lo presenta y comenta, es que Chile pese a ser un país en la frontera del Desarrollo de los 15.000 dólares per cápita, tiene una pésima distribución del ingreso, lo que obliga al Estado a atender preferentemente las enormes desigualdades existentes.
Quizás la solución transitoria de esta inecuación sea la de fomentar por parte del Estado, en una primera fase, la Innovación Tecnológica más que el Desarrollo Científico propiamente tal.
Sin duda, no es fácil trazar una línea divisoria entre ambos aspectos, pues están ambos muy involucrados. Sin embargo, hay investigaciones cuyo alcance en aplicaciones es mucho más cercano que otras que apuntan a niveles de abstracción superiores.
También deben cuidarse aquellas líneas de investigación, que no por ser científicas de alto nivel, pueden abandonarse, dado que son prioritarias para Chile, como es la Sismología, la Geología o la Oceanografía.
El gran quid se debate entre atender las miserias del presente versus las necesidades del futuro.
C. Vila C.
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