martes, 13 de octubre de 2009

REFLEXIONES DEL RECTOR ROSSO SOBRE EL NUEVO RANKING MUNDIAL DE UNIVERSIDADES

PUBLICADO EN EL MERCURIO DOMINGO 11 DE OCTUBRE, PG. A-2
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Tribuna Domingo 11 de Octubre de 2009
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Tenemos que apurar el paso

En la carrera hacia el pleno desarrollo, algunos países nos están dejando atrás. No porque estemos corriendo más lento, sino porque ellos van más rápido.
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Esta es la primera lectura sugerida por los resultados del Ranking mundial de universidades 2009, del Times de Londres. Las grandes "ganadoras" han sido las universidades del Asia-Pacífico, que mejoran significativamente su ubicación con respecto a las demás, subiendo en promedio 12 puestos (36 universidades entre las 200 mejores).
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En cambio, Latinoamérica es la región "perdedora", con una caída promedio de 35 puestos con respecto a 2008. Esto significa bajar de tres a sólo una institución en el grupo de élite.
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Las dos universidades chilenas consideradas en el ranking no han sido inmunes a esta tendencia regional, y tanto la UC como la Universidad de Chile también retroceden, aunque la primera mejora su ubicación en el grupo latinoamericano, situándose en el tercer lugar, tras la Universidad Autónoma de México y la Universidad de São Paulo.
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No es para nada un puesto deshonroso, considerando, por ejemplo, que la UC comparte esta posición con la Universidad de París-Sorbonne. Sin embargo, a la hora de analizar la caída de nuestro continente, los expertos en educación superior internacional no han demostrado gran sorpresa respecto del contraste entre los resultados que obtienen los países del Asia-Pacífico y los de nuestra región.
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Durante las últimas tres décadas, las naciones líderes de esa zona decidieron realizar una fuerte inversión del Estado en educación superior, ciencia y tecnología. Como contrapartida, América Latina ha inyectado un nivel de recursos comparativamente muy bajo. Si lo llevamos a dólares invertidos anualmente por alumno universitario, el contraste entre estas realidades es elocuente. Por ejemplo, el gasto público anual, en Australia y Nueva Zelandia, supera los US$ 5.000 por alumno, mientras que el de Chile sólo llega a los US$ 1.015. Incluso Corea, cuyo sistema universitario está tan privatizado como el nuestro, duplica esa cifra. Esta misma realidad se replica respecto de la inversión en ciencia y tecnología, cuyo presupuesto 2009 recientemente dado a conocer cayó como balde de agua fría en la comunidad científica nacional.
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Lo anterior revela la visión que los respectivos estados tienen acerca del papel social de las universidades. Mientras en el Asia-Pacífico prima la convicción de que el desarrollo nacional depende en medida importante de la capacidad de sus universidades para generar conocimientos y formar capital humano avanzado, en nuestra región prevalece la mirada de que ellas deben concentrarse en la formación de profesionales.
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Incluso, algunos líderes de opinión se han atrevido a plantear que Chile podría importar toda la ciencia y tecnología que necesita y formar su capital humano avanzado en el extranjero.
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En esta misma línea, es sintomática la ausencia de alusiones a la educación superior o al desarrollo científico y tecnológico por parte de nuestros candidatos presidenciales. .
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Claramente, el retroceso relativo que han experimentado entonces nuestras universidades líderes en el ranking del Times concuerda con estos niveles de voluntad política e inversión pública y privada.
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La voz de alerta ya la había emitido el Informe de la OCDE-Banco Mundial sobre educación superior, que recomendó realizar una reforma estructural del sistema, y doblar a la brevedad posible los recursos estatales para este sector.
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Pero adoptar estas recomendaciones requiere de claridad, convicción y del alineamiento en torno a un gran acuerdo nacional para obtener los recursos necesarios. De lo contrario, la alternativa será asumir que tendremos que "jugar" en ligas menores

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