ONCE DE SEPTIEMBRE DE 1973: UNA FECHA QUE DUELE

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HAN TRANSCURRIDO 36 AÑOS DEL BOMBARDEO A LA MONEDA Y DE LA TOMA DEL PODER POLÍTICO POR LA FUERZA.
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Muchas cosas han ocurrido desde entonces, desde la destrucción de los sueños de solidaridad que animaron a una parte considerable de nuestro pueblo, la persecución social de aquellos a quienes disentían del modelo neoliberal, la reconstrucción de los sueños por recuperar la libertad política y restablecer la solidaridad y la integración en nuestras relaciones de país, y luego una creciente sensación de frustración por la forma de gestión cupular de algunos procesos de cambio y/o freno de otros necesarios.
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Setenta años han transcurrido desde el inicio de la Guerra Civil Española y aún no se puede investigar los miles de crímenes ocurridos durante ese periodo, llegando incluso hoy a prohibirse y sancionarse a un juez que ha pretendido romper este largo silencio histórico.
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Del dolor que afectó en Chile y en España a miles de familias queda el recuerdo en el corazón de sus sobrevivientes, pero la memoria colectiva, pese al esfuerzo de muchos por mantenerlo vivo se va difuminando en una sociedad de consumo enloquecida por la demanda de nuevos productos.
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No ha contribuido al recuerdo ni a mantener vivos en Chile los ideales de esas epopeyas algunas conductas de los ex líderes políticos de esa época, que se esfuerzan por integrarse a las formas de vida de las capas medio altas, y en algunos casos extremos a la Plutocracia del más alto nivel, distanciándose en los hechos completamente de su discurso social.
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Talvez sea una ley sociológica, pues ese fenómeno se ha vivido y se vive en diversas esferas idelógicas o filosóficas, ya sea en la religiosidad católica de "elitte", que poco tiene que ver con el mensaje cristiano, o más recientemente en Chile con la integración social de los movimientos cristianos protestantes.
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Pero sea cual que sea la causa, lo concreto es que el liderazgo de quienes conducen los procesos pierde fuerzas al disociarse el discurso de la acción.
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Las grandes tareas históricas requieren de líderes que encarnen las esperanzas de los grupos sociales con su ejemplo y con un disurso coherente y racional que oriente su accionar.
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Chile es hoy un pueblo con muchas expectativas y con conciencia cada vez más clara de sus derechos y en alguna medida de sus obligaciones. Sin embargo, debido, en parte, a nuestra dependencia cultural y económica, y en otra, a nuestras disociaciones sociales, étnicas y culturales no hemos podido reencontrar el norte teórico ni los líderes que puedan volver a mover el país con la fuerza necesaria para las tareas del futuro.
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De allí la importancia de una educación pública integradora, con una orientación nacional y no, una educación elitista y disociadora que enseña que el fin del hombre es apropiarse de la mayor parte posible de los bienes de la sociedad, entregando esfuerzo mínimo.